Cuestión de tiempo

Ya no sé lo que escribo. Creo que sólo son un montón de palabras sin orden ni sentido.
Llevo muchos días ausente. No sé cuando volveré, pero las letras no se han ido. Siguen ahí, en papel o en pantalla. Escondidas tras alguna foto o tratando de salir de un laberinto de sueños.
Esto no es un abandono, no me voy pero me he perdido.
Quizás unos días fuera de mí me sirvan para regresar a este espacio. Tal vez sólo es cuestión de ver entre recuerdos.
Mientras... mientras sigo en el camino.

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Realidades

Mientras estos días se extinguen, voy dejando atrás la pesadez de los mismos, que vinieron como tormenta nocturna sin previo aviso.
Después de lo vivido, después de lo aprendido, la experiencia queda, los traumas afectan, pero no queda más que vencer el miedo, superar las adversidades y seguir hacia adelante. Entender que "el miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son".
Pero la realidad no se puede ocultar y la verdad es que la gente no habla más que de lo terrible y peligrosa que se ha vuelto la vida que nos está tocando vivir… y así crece y se anida el miedo. Nos gana, nos apresa, nos frustra.
Y poco a poco se acostumbran a vivir con temor a la noche, al día, al vecino, a pasar por el mismo lugar; viven temerosos de salir a la tienda, de hablar con desconocidos, de caminar sin compañía. Es cierto, no hay seguridad, no la hallaremos en las calles o en quienes se supone que trabajan para eso; hay pánico y desconfianza.
Cuando será el momento en que podamos recuperar la tranquilidad? ¿Algún día podremos volver a sentarnos en las afueras de nuestras casas, con las puertas abiertas? No lo sé. Eso parece una ilusión. Sólo sé que no quiero, ni debo guardar miedos y angustias porque a veces la vida nos hace reír pero también nos hace llorar.


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Día "D"

No había nada más definitivo para ella.
En su mente, era la única idea que sobrevivía al tiempo.
Nunca desistiría. Jamás lo olvidaría.
Despertaba día tras día con el mismo deseo, cada vez intenso, siempre un poco más cerca.
Ni los buenos -y mucho menos los malos momentos- lograrían borrar esa idea de su mente.
La decisión estaba tomada desde muy temprana edad, incluso cuando todos la consideraban aún inmadura, incapaz.
Lentamente el plazo se acortaba, permitiéndole disfrutar el agridulce proceso,
hasta que llegara el día para que su mayor deseo,
se volviese realidad.


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La vida compensa

Crecí jugando sola, buscando en mis muñecas la compañía que los genes me negaron. Cuando abandonaba la bicicleta, cuando me cansaba de cazar lagartijas o de matar hormigas en el patio de la abuela; después de jugar a las escondidas o a las guerritas con mis hermanos, regresaba al mundo ése con el que sueñan las niñas, donde pueden ser princesas, las hadas existen y su casa no es el fuerte de guerra de los soldados, ni se llenan de tierra y jamás, jamás se despeinan.
La hora del té era en compañía de una fauna de peluche, la 'hija' era una muñeca más grande que yo y siempre dormíamos abrazadas. Era la cajera y la compradora; la aeromoza y la pasajera; la mamá y la hija; la estilista y la cliente. Dos personajes en una sola persona, siempre.
Crecí buscando la complicidad y la confidencialidad en mis hermanos y el único primo al alcance, pero poco a poco entendí que los niños no entienden las cosas de niñas y a las niñas no les interesan las cosas de niños.
Tarde encontré a mi primer alma afín. ¿Tarde o justo a tiempo? No lo sé. Pero apareció. A partir de ahí aprendí el significado de amiga, de amistad, de hermandad.
Después de que sólo pedía una, he llegado a tener tantas hermanas que no me he perdido las experiencias que suelen contarme ellas que sí las tienen.
Sé lo que significa compartir una habitación e incluso la misma cama. He aprendido a dar un consejo y tener la fortuna de recibir muchos más.
Cuento con alguien que puede ayudarme a decidir qué aretes combina con la blusa y hasta ayudarme a continuar con la frente en alto aunque el mundo se me caiga a pedazos.
Tengo quien me pinte las uñas de la mano izquierda, con quien ir de compras, quien me planche el cabello aunque prefiera estar despeinada; alguien para compartir y comentar libros, música, fotos y muchos detalles más; alguien que me dice "subiste de peso, pero te ves bien" o tal vez me dice "estás muy flaca, pero te ves bien".
He secado lágrimas y he encontrado muchos hombros donde derramar las mías.
He encontrado con quien hablar de 'esos' temas, cuando el corazón se agita al pronunciar un nombre, cuando la felicidad o el llanto no se pueden ocultar. Son ellas con quienes puedo platicar día y noche, mientras combatimos el insomnio hasta quedarnos dormidas, con quienes he reído hasta llorar o hemos llorado hasta convertir el llanto en carcajadas.
También he sufrido la tristeza y el dolor de la separación porque tienen que seguir su camino o quizás porque algún malentendido sacudió nuestras mentes. He padecido también por sus desventuras y me he afligido por sus momentos de debilidad.
He vivido el gusto de compartir la ropa, los zapatos, bolsas y demás sin tener que pelear porque lo tomen a escondidas.
Tengo quien me jale las orejas y a quien regañar cuando tropecemos con las mismas piedras. Sé que aquí está 'la banda' que 'le partirá la cara', o bien, me acompañarán al altar. 
He sido confidente de una boca y tengo muchos oídos que escuchan mis palabras.
Son lazos inquebrantables. Una unión que con el tiempo no caduca, no conoce celos, envidias o rencores; más bien resta el dolor y multiplica la alegría.
Quizás llegaron solas, en grupo o por intercesión de alguien más. Probablemente han estado acompañándome más de una década o menos de un lustro, pero tengo la enorme dicha de tenerlas a mi lado y saber que a pesar de la distancia o a pesar de los años, no se han alejado; por el contrario, permanecen más unidas que nunca.
Gracias a ellas dejé de sentirme sola, porque aunque la sangre no me dio hermanas, la vida se encargó de ponerlas en mi camino.


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De los días recientes

A las ideas hay que agarrarlas por el cabello, pero casi siempre aparecen calvas. Por eso muchas se me pierden por andar distraída. Cuando llega una por lo regular la escribo o la grabo, pero bastan dos segundos de descuido para que el 90% desaparezca y me quede con dos palabras en desorden. Detesto cuando eso pasa, y sucede que me pasa, cuando me pasan muchas cosas.

Del último mini post a la fecha, ha seguido lo que a mí me parece una buena racha. No, no he ganado la lotería, tampoco descubrí la fuente de la eterna juventud ni gané un Pulitzer, mucho menos un Nobel. Sigo durmiéndome tarde -ya entendí que eso es casi genético-, pero he dormido bien, sin soñar con sangre, fantasmas o arañas; es más, ni siquiera recuerdo haber soñado. Y eso para mí es una buena racha.

El corazón está contento, la actividad social marcha bien, hay cierta paz en casa, se acortaron algunas distancias, el nuevo juguetito me tiene enganchada aunque no me deje adelgazar deudas; también las colaboraciones llegaron en buen momento, las andanzas me recordaron por qué me gusta mi profesión y el curso conforme avanza me tiene más emocionada, ya fantaseo con viajar al país de la pizza y la pasta. Y si me gano la lotería, te llevo conmigo. ¿O me gané la lotería porque te llevo conmigo?

En fin, que de todo quisiera hablar, o escribir. De la lectura de las noches y de los libros que tengo en la lista de espera; que estuve pensando en la creencia de las abuelas, sobre que después de mucha risa, viene el llanto. Algo así decía la mía. Pero de todas formas me he reído muchísimo en los últimos días.

Y entonces me voy llenando de historias que después no sé cómo soltar, las letras no concuerdan, las palabras no armonizan, las ideas huyen, la inspiración se esconde. Sin embargo, después de darle muchas vueltas, pensar, escribir, borrar y pensar otra vez, llega el momento cuando todo fluye, cuando una serie de elementos como una exquisita cena, deliciosa compañía, un paseo por la ciudad, buena plática y muchas carcajadas, se combinan y resultan un excelente digestivo mental.


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Gracias Abril

No suelo hacer balances mensuales de lo vivido, pero vale la pena decir que éste ha sido un buen mes.

Así que, gracias Abril por

La buena compañía
Los buenos momentos
Los bellos lugares
Las oportunidades
Los abrazos, el cariño, el amor dado y recibido.
Gracias por el sueño pesado y también por las noches sin dormir, porque gracias a ellas han nacido las palabras que terminan en escritos como éste.
 

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Waking up

Hoy solo quiero oír música, perderme entre melodías, dejar que los minutos se diluyan, quiero conseguir de alguna manera calmar mis pensamientos, algo con lo que pueda entretener a mi memoria y alejarla de todo lo que ve, escucha e imagina. 

Dejaré que el sueño me atrape, mientras oigo la particular voz de Damien Rice, que tiene un algo que logra que mis pies tarareen mientras mi corazón se estruja.


No sé por qué, pero siempre me pasa lo mismo con sus canciones.


Me encanta su semi anonimato por estos rumbos, una guitarra y la combinación de los violines con esa voz que siempre parece estar a punto del llanto.


No digo más… sólo escucho.



 

The connoisseur of great excuse
Older chests
Grey room
Cannonball
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Hazle caso a tus sueños,

pero a los que ocurren

cuando tu mente consciente está dormida,

no a los que te inventas

cuando estás despierta.
Por algo te llaman 'Malecón de las Ilusiones'
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De noche todo se fusiona

Los soldados están preparados para iniciar la operación de rescate de las princesas, hijas del millonario más famoso del mundo. Se adentran poco a poco en la espesura del bosque, recorriendo largas veredas con enormes árboles. Las lluvias recientes han dejado el terreno lodoso y resbaladizo, pero el pelotón está perfectamente entrenado para sortear todo tipo de dificultades.

Tras subir una pequeña colina, descubren la guarida donde se encuentran las princesas. Por fuera no es más que una hermosa casa de rejas blancas. Su lujosa fachada contrasta con la oscuridad de la zona donde se encuentra. Bajando la colina se aprecia una extensa playa, con arena brillante y el pacífico mar que se mueve suavemente al ritmo que la brisa le indica.

El regimiento rodea la residencia y se disponen a irrumpir para liberar a las hermosas mujeres, cuando de repente un grupo de piratas les sale al paso. El general se enfrenta al capitán. Los piratas defienden el tesoro del barco fantasma. Empieza la batalla. Espadas y lanzas contra granadas y metralletas.

Dentro del cuartel-mansión también se libra una batalla: las princesas luchan como todas unas guerreras contra los mafiosos que las mantienen prisioneras. Las armas se encuentran a su paso. Zapatillas, jarrones, platos, sillas, todo lo que puedan aventar y usar como obstáculo para impedir que se acerquen a ellas. Patadas, mordidas y rasguños también funcionan para defenderse…

Me veo, observándolos desde la ventana.

Santiago, Mateo y Miranda juegan de igual a igual. Sin importarles el lodo en sus ropas y los juguetes llenos de tierra. Mientras la guerra ocurre en su imaginación con el jardín como escenario, sus pequeñas voces dan las órdenes precisas y entonan los efectos especiales perfectos para dar vida a la misión. La utopía de la igualdad de géneros se materializa al verlos tan divertidos, sin preocupación alguna. Y me recuerdan que alguna vez jugué lo mismo.

- ¿Dónde están esos torbellinos?, pregunta una voz.
- No te preocupes, yo los cuido… como si fueran míos. 


Un mismo tema. Dos noticias diferentes.

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Hay tránsito en la mente, 
congestión en el pecho
ideas que circulan sin freno 
y pensamientos que se aceleran
cuando el aroma embriagante 
escapa de los poros,
se mezcla con el aire 
y se adentra por los sentidos.


Inhalo profundo 
y me lleno de una nueva historia.

Una vez más

Bueno, pero es que tú no aprendes, ¿verdad? Apenas te dan una idea y en seguida andas construyendo castillos en el aire. Haciéndote ilusiones e imaginando el incierto futuro que nunca llega como lo esperas.

¡Vaya necedad la tuya de querer programarlo todo! Planear y organizar, meter todo en tu agenda mental, como si la vida fuese metódica. No te has dado cuenta que aquí la única metódica eres tú. Nada ni nadie más que tú.

No es la primera vez que te pasa y aún así sigues haciendo planes. Y bien sabes que sucede en cualquier situación. Te ha pasado con una sencilla cita para el café, la tarde de cine, la famosa ladies’ night y hasta el viaje más esperado.

¡Pero es que te encanta adivinar el futuro! No, espera. Ni siquiera lo adivinas, si tú de adivina no tienes ni el atuendo. Más bien lo que te gusta es imaginar. ¡Sí, eso es! Tienes demasiada imaginación, querida.

Como te dije, en cuanto oyes algo que podría suceder, tú emprendes el vuelo. Y ahí andas, soñando que llegue la fecha pactada. Y estás visualizándote en el sitio elegido una y otra vez con la compañía prometida. Ves los posibles lugares, imaginas a la gente alrededor, te percibes realizando alguna actividad. Vaya, hasta supones los temas de conversación e incluso vislumbras la ropa que tendrás puesta.

Apartas la fecha como si fuese el último día de tu vida. Evitas o rechazas cualquier otro acontecimiento que se cruce con tu día especial. Terminas tus pendientes y procuras tener todo listo para cuando el plazo se acerque y que nada pueda obstaculizar el evento. En serio que sólo te falta venerar el calendario con devoción religiosa. Tal vez si le encendieras una veladora al reloj…

No estoy equivocada, ¿verdad? Sabes que es cierto. Esa sonrisita te delata. No lo digo por molestar, tampoco es una burla. Sabes que disfruto la emoción que sientes por algún suceso especial, porque sé que lo esperas ansiosa, que mueres de ganas por disfrutarlo al máximo. Por eso lo imaginas tanto.

Te ilusionas demasiado. Y es igual con todo.


Pero luego resulta que lo que fantaseabas no ocurre. A última hora cambia. Se cancela. ¿Y tú? Te quedas con las esperanzas rotas, el ánimo caído y la desilusión desbordada. Piensas en las veces que ha pasado lo mismo y cuestionas miles de ‘por qué’, dices ‘debí suponer que pasaría esto’, ‘otra vez lo mismo’; luego haces como si realmente no te importara tanto y te dedicas a hacer algo más. Sin embargo -y no me lo vas a negar-, por dentro estás triste de que nuevamente te quedaste vestida y alborotada.

¡Vamos, ya mujer! Si tienes ganas de llorar, hazlo. No tiene nada de malo, es mejor que tragarte el sentimiento. Ya sabes que después el estómago te lo cobra caro. Sé que piensas que es una niñería, te sientes ridícula por tener ganas de llorar, crees que no es para tanto. ¡Pero es que estabas tan emocionada!, y aceptémoslo mi estimada, tú lloras por todo. Además, reconozco que esto sí era para tanto, ésta sí que era una ocasión muy especial. Cuando lo supe, hasta yo me emocioné.

Ya ves, todo parecía ser seguro, no había o al menos no parecía que pudiese haber obstáculo alguno, aunque una vez más compruebas que cuando todo marcha de maravilla siempre algo saldrá mal. A pesar de eso, no es culpa tuya, no quedó en tus manos y no hay más que tomarlo con humor, de nada te sirve enojarte. A fin de cuentas llegará la ocasión y sin tantos preliminares.

Estás más tranquila ahora. Se nota.

Anda pues, ya son las 4:30. Apaga la luz.
"Tengo la rara sensación de que 
el amor está en todas partes".
(Love Actually)


  
Una pareja feliz
 

XXIX


Si me regalan bendiciones, lo mejor que puedo hacer con ellas es compartirlas.

"Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer;
Vos me lo distes,
a Vos, Señor, lo torno;
todo es vuestro,
disponed a toda vuestra voluntad;
dadme vuestro amor y gracia,
que ésta me basta".
(San Ignacio de Loyola)


Creo que ser noctámbula me viene de nacimiento.

- Estas son las mañanitas que cantaba el rey David, hoy por ser tu cumpleaños te las cantamos a ti, duerme Ana ya duerme, mira que ya anocheció, los pajarillos aún no cantan la luna está en su esplendor...
(Así me cantaba escribiendo la de las pláticas nocturnas que se prolongan hasta las 6 de la mañana).
- ¿Ni siquiera hoy te dormirás temprano?
(Cómo podría, si a estas horas me estaban arrastrando a este mundo)

Fría o inexpresiva tal vez sea por precaución.

- Agradezco que nos hayamos cruzado en esta vida, tu confianza, tu apoyo y empujones...
(Ahí los tienes, te los has ganado y los tendrás para siempre).
- Es rara la forma en que nos encontramos, pero es padre el resultado...
(¡Ay!... creo que me entró una basurita en el ojo)

Pero por dentro mi sangre hierve

(Es una sensación rara en mi pecho... como si algo creciera dentro).
- Estás llena de amor.
(Con razón no me da hambre de nada más)
- ¡Vamos a brindar!
(Por todo lo que dijimos y lo que se va a sumar).

Y mi corazón no se detiene.

Anda pasa sin miedo,
aquí la puerta permanece abierta,
ya no se cierra más.
Lo acepto, no cualquiera entra,
aquí no es motel de paso y tampoco prisión,
pero el que entra ya no se va, jamás.

(Soy patética para las rimas, le comenté a Wolf. No serías una buena rapera, me dijo. Total, ni me gusta el rap).



Y cuando inicio sesión, que me sorprende Google, una vez más.


Cuatro elementos


Ahí estoy de nuevo en ese viejo camino que parece una visión de Burton. No hay luz, sólo una luna que no ilumina, pero logro ver un par de pies descalzos, firmes sobre la tierra que sienten fría y seca como escarcha. Ellos, seguros a su origen avanzan despacio, paso a paso sin mirar atrás. De repente escucho ruido. Algo se acerca haciéndose cada vez más intenso y sin la luz de la luna únicamente se percibe una sombra enorme.

En cuanto lo descubro me impresiona su tamaño y la velocidad con que se acerca. Es una marejada de agua dulce que viene arrancando y levantando las raíces de todo lo que encuentra a su paso, pero lo hace con tal suavidad que me dejo llevar entre sus ríos de espuma que parecen brazos de agua tibia que humedecen el cuerpo.

La gran ola lleva dentro de sí una luz cálida que alumbra todo el bosque y apaga el frío. Una luz que alcanza hasta las nubes dejando al descubierto un cielo algodonado. El cuerpo se incorpora lentamente hasta que logro equilibrarme sobre el oleaje que mantiene su movimiento constante.

Era una sensación tan maravillosa que sentí que volaba, por eso no noté cuando mis pies se elevaron, miré mis brazos y los levanté hacia las alturas intentando tomar el aire entre mis manos. Los extendí como si fuesen alas y jugué a que surcaba el cielo como las aves, planeando entre nubes.

Sin saber cómo, me aleje de la seguridad acuática y de pronto una ráfaga me golpeó, enredando mis brazos, inmovilizando todo el cuerpo. Caía en picada sin poder sostenerme de nada, girando envuelta en una bola de fuego, que no dañaba el exterior pero ardía en mi interior. Golpeé sin más contra el piso, al tiempo que saltaba de la cama.

Poco a poco el pulso se estabiliza y escucho ruidos que salen del colchón.

No hay luz. Ahí estoy.

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