Cuento breve sobre ausencias

Había una vez un blog...

Pequeño, divertido, coqueto. Se alimentaba de letras que se cultivaban en los campos de la alegría o el dolor y su cosecha siempre era fructífera.
Sus días favoritos eran los fines de semana, cuando salía a pasear y regresaba lleno de momentos por contar, aunque en cada amanecer y anochecer encontraba fragmentos que agregarle a su crecimiento.
Pero después se quedó callado, cambió; se enredó entre rutinas y publicaciones fugaces, ahora está atrapado entre muros y tendencias populares que difícilmente le permiten superar los 140 caracteres de conversación.
Aún visita a sus vecinos pero hace mucho que no interactúa con ellos.
Necesita que el mundo se detenga por un rato para poder gritarle a la vida como solía hacerlo, pero para ello espera el momento de una gran cosecha, sabe ser paciente y dejar que las letras germinen y maduren a su propio ritmo.
Sabe que no envejecerá siempre que haya alguien dispuesto a visitarlo y se niega rotundamente a morir de olvido.