Sin tiempo que perder



No puedo más lo tengo que soltar...

Si hay algo en esta vida que me haga rabiar (¡que me empute pues!), es que me cancelen o cambien los planes en el último momento.

Y no es porque sea yo la persona más solicitada de la ciudad -ni al caso- y entiendo también que hay situaciones imprevistas que quedan fuera de nuestro control. Reconozco que lo he hecho en ocasiones, precisamente por imprevistos urgentes y de verdad me aflige quedar mal con quien o quienes ya tenía una cita acordada. ¡Pero carajo, qué tan difícil es mantener un compromiso ya establecido si no hay un motivo de fuerza mayor que impida cumplir con lo acordado! Pretextos, excusas y vagas promesas salen sobrando. La decisión ya está tomada.

¿Se imaginan siquiera lo que representa ese cambio?

¿Soy muy metódica? Sí. ¿Inflexible? No lo creo. Más bien creo que es cuestión de respetar el tiempo de uno, de los demás, el tiempo de todos. MI TIEMPO, ese que decido dedicar a las personas que quiero, que me importan; gente con quienes quiero disfrutar un buen momento. Gente que he EXTRAÑADO por no poder verles tan seguido como quisiera, ya sea por cuestiones laborales, familiares y/o personales. Me parece incluso una de las peores faltas de respeto, una total indiferencia hacia mis actividades y también mis sentimientos.

Por desgracia -para mí- es algo que jamás podré controlar. ¡Qué feliz sería si pudiera tomar acciones cada vez que alguien me cancela o me cambia la cita! Algo así como un superpoder estilo X-Men o un hechizo muy a lo Harry Potter, pero no, lo único que puedo hacer, después del episodio de coraje, es re adaptar mi agenda y si es posible ajustarme a la nueva cita. Sin embargo, también llega a cansar tener que reajustarme a conveniencia de otros y dejar que hagan con mi tiempo lo que se les dé la gana. Tal vez algún día solo les responda como dice Rosana, "hoy pa' ti no estoy".

Lo bueno de todo es que siempre sé qué hacer con ese tiempo congelado y nunca falta la invitación inesperada a una nueva historia. Lo bueno también, es que aún tengo este espacio para desahogarme.