Anoche no dormí sola. En mi cama estabas tú. Y ellos. Y todos los demás.
Todavía no entiendo como pudimos acomodarnos en tan poco espacio. La música no dejaba de sonar, era algo estruendosa pero rítmica y aunque era buen momento para dormir, algunos preferían bailar.
También había comida. Mucha comida que nadie quiso probar. Se veía sabrosa -ya sabes lo antojadiza que soy- pero cuando traté de comer algo sentí nauseas, por eso me retiré de ese lugar y volví a tu lado, al pequeño espacio que quedaba para mí.
Estabas inquieto. No sabías si dormir, platicar o bailar. Tal vez por eso decidiste enrollarte entre mis brazos y dejarme adormecerte.
Mientras todos esos extraños conocidos pasaban una buena velada, en nuestro espacio no cabía nadie más. Hablamos al ritmo de la música y nuestros cuerpos llevaban el compás de una balsa sobre el mar.
No sé cuánto tiempo pasamos así, no sé si la noche fue muy corta o tal vez debí acostarme más temprano, pero espero que el momento se repita, esta vez sin tanta gente y que sea un poco más real.
Ejercicios de relajación para el buen dormir
Inicie preparando el ambiente con una ronda de música de su preferencia, si lo desea puede acompañar el ritmo con movimientos ligeros o cantar a todo pulmón para liberar tensiones.
Unos minutos de agradable lectura pueden ser muy útiles no sólo para cultivar su imaginación, sino también para alejarse de las presiones y olvidar los problemas del día a día.
Si dispone de una grata compañía –aunque no sea físicamente- relate los pormenores de la rutina, extienda la conversación hasta que los temas se gasten poco a poco pero sobre todo ponga atención a las palabras de su cómplice nocturno. Si de repente los invade un silencio, evite que sea incómodo y rompa el hielo con una sonrisa; sin darse cuenta habrá iniciado otra conversación.
En ese momento realice un masaje al alma con esencia de carcajadas, su acompañante puede ayudarle y masajearse mutuamente. No se limite, efectúe el masaje el tiempo que sea necesario. Asegúrese de abarcar todas las zonas tensas y aplique la esencia de carcajadas cuantas veces le apetezca.
Después de este paso, el terreno está listo para recibir sus deseos y guardar sus energías.
Cuando ya se disponga a dormir, meta un pedazo de luna en su bolsillo. En caso de no tener bolsillos, la puede tomar a cucharadas o aplicar unas gotas de su luz en los ojos, los conocedores lo recomiendan.
Sentado sobre la cama, inhale profundamente todos los recuerdos posibles y exhale ideas una a una lentamente, repita este proceso varias veces mientras relaja sus hombros y estira cada músculo del cuerpo al estilo gatuno. No se cohíba si surge algún bostezo que suene a maullido, es casi natural e inevitable.
Luego de haber extendido músculos, tendones y alguno que otro hueso, deslice suavemente su cuerpo sobre el colchón, acomódese entre las sábanas o una buena colcha, dependiendo de la temperatura ambiental. Tome la posición de su preferencia y suspire como si fuera su último aliento… del día.
Finalmente, abrace el cuerpo perfecto de una almohada. Cierre sus ojos. No se preocupe por la sonrisa, ésta entrará en acción automáticamente.
Nota: En caso de contar con ello, sustituya la almohada por el cuerpo imperfecto de su acompañante.
Rumbos
Caminos paralelos, distintos, distantes, se cruzan en algún punto del viaje; personas y personalidades congenian, se complementan y logran empatía.
Tan sólo basta un minuto –quizás menos- para crear una chispa que encienda la luz en la ruta que a partir de ese momento recorrerán simultáneamente.
Después de eso empezarán las preguntas, las historias; llegarán las citas, las reuniones, las pláticas que parecen no tener cómo empezar y después parecen no tener fin.
Se agregan las coincidencias, los comentarios, los puntos de vista, los puntos en común y las diferencias también; las bromas, el sarcasmo, las ironías y lo mejor de todo… las risas.
Nace una cálida sensación que impulsa a abrir las puertas de la confianza, dejas entrar y te permites salir.
Recoges en el vuelo a un nuevo pasajero. Un ser que a partir del primer contacto ya dejó su huella imborrable en ti. Uno de quien aprenderás, mucho o poco, para bien o para mal, no importa cuánto dure su presencia; mientras al mismo tiempo, te conviertes en integrante de su viaje y ahí también permanecerás tú.
Al final del encuentro, ya hay una próxima vez y te queda la satisfacción en el rostro y una sonrisa en el alma de ser prueba, testigo y partícipe del sublime momento de conocer a alguien que pronto llamarás AMIGO.
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Chicas, es un gusto, un placer y un honor haberlas conocido.
Tan sólo basta un minuto –quizás menos- para crear una chispa que encienda la luz en la ruta que a partir de ese momento recorrerán simultáneamente.
Después de eso empezarán las preguntas, las historias; llegarán las citas, las reuniones, las pláticas que parecen no tener cómo empezar y después parecen no tener fin.
Se agregan las coincidencias, los comentarios, los puntos de vista, los puntos en común y las diferencias también; las bromas, el sarcasmo, las ironías y lo mejor de todo… las risas.
Nace una cálida sensación que impulsa a abrir las puertas de la confianza, dejas entrar y te permites salir.
Recoges en el vuelo a un nuevo pasajero. Un ser que a partir del primer contacto ya dejó su huella imborrable en ti. Uno de quien aprenderás, mucho o poco, para bien o para mal, no importa cuánto dure su presencia; mientras al mismo tiempo, te conviertes en integrante de su viaje y ahí también permanecerás tú.
Al final del encuentro, ya hay una próxima vez y te queda la satisfacción en el rostro y una sonrisa en el alma de ser prueba, testigo y partícipe del sublime momento de conocer a alguien que pronto llamarás AMIGO.
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Chicas, es un gusto, un placer y un honor haberlas conocido.
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